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miércoles, 22 de junio de 2011

Huacho, Eran los años 1919 en el distrito de Hualmay; En estos tiempos las calles de Hualmay estaban cercados por árboles coposos de gran tamaño, las casas eran de adobe, de quincha, de esteras o totoras alejadas unas de otras; por eso que al caminar por sus calles daba un poco de miedo solo se escuchaba el mover de los árboles y el soplar del viento.

Había una casa que su frontera tenía plantado tres plantas de higo, había un huerto con distintas plantaciones de frutos y en el centro del huerto una planta de naranja y junto a ella se encontraba una enorme piedra, uno de esos bastones que usaban los antiguos para moler maíz, ají y otros.

Sucedió que casi todos las noches, a eso de las doce, se escuchaban los gritos de una mujer como si estuviera llorando, gritos que daban terror, estremecían porque estaban acompañados del moler del batán
La gente cuando pasaba de noche por ese lugar comían suspirando porque veían a la mujer vestida de blanco estaban moliendo en el batán. Luego se venía a la casa donde estaban las plantas de higo, tocaba la puerta y se escondía debajo de las matas para luego desaparecer ..... y así todos las noches

A los señores de esa casa se les preguntaba al día siguiente si escuchaban que le tocaban la puerta, ellos respondían que no.

De esta historia quedo que debajo de aquellas piedras habían enterrado dinero por los antiguos pobladores. Diversas personas arrendaron por tiempo el huerto con el fin de mover la piedra, trayendo tractores, bueyes, mulas y en fin se valieron de toda maquinaria para sacar el batán pero todo fue inútil, no pudieron moverlo.
Hasta que un día vino una pareja de esposos de la sierra, compraron parte de la huerta y empezaron a construir su casa de adobe, junto a la piedra cavaron un pozo para extraer agua.

Al poco tiempo colocaron un puesto de abarrotes en el mercado Modelo, y esa pareja compró también casi una cuadra de esta casa, un lote de terreno que daba de calle a calle.

La construcción de 3 pisos con todas sus comodidades y a sus hijos mayores que terminaron sus estudios secundarios los mandaron a Argentina a seguir estudios superiores. En la casa nueva pusieron una tienda grande de abarrotes, para que trabaje la señora, y el esposo siga vendiendo en el mercado.
Se dice que la suerte fue para ellos ya que pudieron mover la enorme piedra que arridaba la mujer de blanco y desde aquellos dices ya no se escuchó el llora de esta señora.

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